Mi amiga, la socióloga Ana Fernandez Zubieta, me hace llegar este buen artículo (1) sobre el vínculo de la obesidad con la pobreza.
Hay varias cuestiones, sin embargo, que cabe plantearle al artículo.
1) A qué tipo de obesidad se refiere pues no todas correlacionan igual con morbilidad.
2) El artículo destaca la correlación con la pobreza pero no se pregunta algo clave: si la morbilidad asociada a la pobreza no mide, específicamente, la contribución de la pobreza -o mide más, o en términos importantes no explicitados- la contribución de la pobreza- que la de la obesidad; o si no es la interacción entre ambas (interacción muy difícil de descomponer para estudiarla "ceteris paribus"), lo que resulta mórbido. La existencia de zonas del planeta donde obesidad y morbilidad no correlacionan hace pensar en ello.
3) El artículo olvida algo fundamental cuando se habla de la gordura: los efectos de la pérdida de peso; en dos sentidos: si son sostenibles a medio plazo (la respuesta de las revisiones más plausibles es negativa, tendemos a volver a un peso básico), y en si no generan -en la forma de dietas yo-yo- más perjuicios -o los mismos- que la obesidad misma. Sobre esto último creo que hay un consenso contundente. ¿Insiste sobre ello la administración de salud? No y es un misterio. (De la prensa no hablo ya porque es para echarse a llorar.)
El ejercicio, la comida sana son una cosa. Perseguir obsesivamente la reducción del peso -más allá de ciertos umbrales- es otra muy distinta. Nadie discute que haya que apostar por lo primero, lo cual tiene condiciones de posibilidad: mantenimiento de la comida en común -especialmente en el trabajo y en los núcleos familiares: en el trabajo, la destrucción de la duramente conquistada hora del bocadillo es una norma; y así entra la comida rápida-, acceso a alimentos frescos y sanos en todos los sectores sociales (no condenando a los pobres a la comida rápida). Ahora bien: parece claro que, más allá de la obesidad mórbida, apostar cueste lo que cueste por lo segundo, o convertirlo en el criterio de salud, es un negocio de la industria del adelgazamiento, no el resultado de nuestras evidencias sobre salud. Que el discurso de la industria del adelgazamiento, envuelto en consideraciones de salud, toque los resortes de unas clases medias obsesivamente gordofóbicas -ansiosas por adelgazar y calibrar kilos propios y ajenos; ansiosas por darle a la delgadez un sentido de cuidado y trascendencia; ansiosas por desconocer que algo que quita tanto tiempo (e impide otros desarrollos) es forzosamente un desdén y un daño a sí mismo- no lo hace científicamente más solvente; lo hace ideológicamente más peligroso.
A las personas interesadas, remito a los estados de la cuestión que realizo en La cara oscura del capital erótico.
(1) https://theconversation.com/its-poverty-not-individual-choice-that-is-driving-extraordinary-obesity-levels-91447.
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