Este libro se interroga por las condiciones empíricas de la investigación cualitativa, a partir de una idea básica: no son distintas de la investigación cuantitativa. Ambas deben confrontarse a una doble interrogación en la que juegan tres elementos. Comencemos por estos: la investigación cualitativa presume hablar de lo real, porque cualquier científico social propone, claramente o no, un pacto realista a su lector. Para lo cual, segundo componente, debe producir datos y lo hace suponiendo que sus técnicas cualitativas son las apropiadas —podría haber otras— o que no se podía o valía la pena recurrir a técnicas cuantitativas. El tercer componente es el de la interpretación de los datos.
Esa diferenciación de elementos ya nos permite desgajar las teorías empíricas de la escolástica, es decir de aquellas teorías formuladas sobre otras teorías. Y ello, aquí se encuentra la clave, sin interrogarse un segundo acerca de si se apoyan en datos, si estos tienen algo que ver con lo real y si existen interpretaciones alternativas. Las teorías sobre teorías pueden valer como instrumento de cohesión de grupo —los idiolectos son básicos en el cemento de identidades— y, en los mejores casos, de exhibición literaria pero no pueden ser discutidas con la argumentación científica. Algo que sí pueden pretender las investigaciones cualitativas: siempre y cuando demuestren que sus datos se compadecen con lo real y que las teorías que los interpretan eran las mejores disponibles.
Olivier de Sardan propone así coordenadas fundamentales para clarificar qué significa debatir en ciencias sociales. También para diferenciar planos en el conocimiento producido por las ciencias sociales; pues datos interesantes y vinculados con el mundo pueden mostrarse con una teoría inapropiada; al contrario, una teoría no se deslegitima por acompañar datos mal producidos. Los ejes de la calidad en ciencias sociales son dos —calidad de los datos y calidad de la interpretación— y no siempre coinciden.
Esa dificultad para satisfacer ambos ejes tiene que ver con el registro específico del mundo. Observar, explica Olivier de Sardan, significa que la secuencia investigada podría haberse grabado en video —aunque no se haya hecho: lo importante es que eso nos indica que se habla de algo que aconteció. Mas cualquier escena del mundo social puede depender de secuencias temporales que quedan fuera de la capacidad del observador: nunca accederemos a la vinculación completa de hechos desde los cuales queden claras las imputaciones causales. Una descripción nos permite comprender situaciones o ilustrar teorías. En ambos casos siempre se comunica con otros acontecimientos, lejanos en el tiempo y en el espacio. Igual que en el cine, la verdad sociológica es un montaje: resulta de acoplar planos registrados en diferentes momentos. Un montaje no es una invención: es una creación construida sobre lo real, y no sobre la exclusiva especulación: de lo que se trata es de defender qué hace a tal montaje el mejor posible —teniendo en cuenta la realidad que describe, los datos que produce y la manera en los organiza—.
Así, un buen trabajo siempre se moverá entre la sobre y la subinterpretación. La segunda, consistente en dejar a los datos hablar por sí mismos, siempre es más benigna ya que, insiste Olivier de Sardan, es un momento siempre fecundo en la investigación. La sobreinterpretación se acarrea con un exceso de una actividad necesaria, la clarificación teórica. La sobreinterpretación suele manifestarse mediante la reducción obsesiva a factores únicos y al intento de volver coherente todos los datos. Ninguna investigación puede prescindir de la imputación causal ni de la apuesta por volver lógico el mundo; mas hay un camino en el que se descarría en especulación metafísica, aunque sea exhibiendo datos.
Ese ansia morbosa de coherencia (que siempre tiene algo de morboso, también epistemológicamente) puede evitarse. Para lo cual se necesita una disciplina argumentativa. Discutir en ciencias sociales no es debatir sobre obras y escuelas o pensadores: es debatir sobre datos producidos, realidades referidas y tentativas de interpretación. En ese debate cabe sospechar de quien jamás presenta contraejemplos de sus argumentos fundamentales. Hablaría como si no trabajase con montajes sociológicos sobre el mundo sino con una fabuloso espejo de la naturaleza. Olivier de Sardan se reclama de la epistemología de Jean-Claude Passeron, aunque su clarificación de los dilemas empíricos en ciencias sociales ayuda poderosamente a definir una teoría de los enunciados observarcionales como la propuesta por Neurath.
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