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Reseña de Luis Roca en el Viejo Topo

Una reseña de Luis Roca Jusmet en el número de febrero del Viejo Topo, sobre Foucault y la política

Antes de entrar en el libro que me ocupa quería comentar mi lectura anterior de otros dos en francés, no traducidos, que son respectivamente una apología y una descalificación de la persona y la obra de Foucault. El primero es de Paul Veyne (Foucault. Sa pensée, sa personne. París: Livre de Poche, 2008). El libro, escrito por el historiador y amigo de Foucault, tiene un sentido apologético que no me gusta. Foucault aparece totalmente idealizado, tanto personal, como filosóficamente, como políticamente. Con la metáfora del samurai aplicado a Foucault elabora una especie de halo de guerrero del espíritu, implacable y certero, que me parece muy forzada. Alguna anécdota, como la que explica su sorpresa al verlo con una mujer, ambos con un kimono, la verdad es que roza el ridículo. Lo define como un intempestivo nietzcheano, un escéptico y un incorformista, calificativos que como veremos son en el primer y tercer caso bastante discutibles. El libro es ligero, en general ( salvo en capítulos algo fuera de lugar, como el de Heidegger) pero no aporta nada importante para el conocimiento de Foucault ( del que ya tenemos la rigurosa biografía de Didier Eribon). No vale demasiado ni como introducción ni como reflexión, dado su carácter poco crítico. Lo cual no quiere decir que sea una lectura inútil, hay también algunos elementos sugerentes, como la inscripción de Foucault en la tradición escéptica i algunas reflexiones puntuales que van apareciendo a lo largo del ensayo.

El segundo libro es de Jean.Marc Mandosio, profesor de latín nacido en 1963, y se titula Longevité d'une imposture. Michel Foucault ( París : Editions de l'Encyclopedie des Nuisances. 2010). Este libro forma parte de una saga con la que reconozco que no tengo ninguna simpatía. Se trata de los que intentan denunciar la impostura de determinados autores de culto. Empezó con el inquisitorial Victor Farías con Heidegger y continuó con el libro de Sokal i de Bricmont. El primero me pareció que tenía un estilo inquisitorial, propio de un comisario político. En el segundo me resultó más tramposo que lo que denunciaba, al seleccionar textos parciales y fuera del contexto de los pensadores que criticaban. Ambos me parecían también algo oportunistas, al ir dirigidos a un público que quería sangre y que esperaba ver como desmenuzaban a las presas. Con este libro, en parte, pasa lo mismo. Faltan los matices. Esta bien desmitificar a Foucault pero no al precio de una degradación política, filosófica y personal total. Hay que reconocer que Mandosio ha trabajado el tema y la crítica, aunque sea discutible, es consistente. Es cierto que Foucault no es un imtempestivo como pretende Veyne, ya que en muchos casos más bien parece seguir las modas y modos del momento : se afilia al PC sin convicción, se vuelve antiinstitucional después de mayo del 68 y se codea con los maoístas, se ofrece para trabajar con el Partido Socialista cuando aparecen otros vientos... Es antiinstitucional manteniendo sus cargos académicos... ¿ Impostura ? No me atrevería a decir tanto, ya que la impostura es una descalificación total. Sí contradicciones que lo vuelven más humano que el pretendido samurai que se imagina Veyne. Seguramente mucho culto a la personalidad gracias a estos círculos de incondicionales que sólo buscan un guru al que adorar. S´fue un “mandarín” en este sentido, como critica Mandosio, y parece que le gustaba. Otra cosa son las críticas, que quieren ser demoledoras, a su trabajo teórico. Para Mandosio es una banalidad con superficie brillante, un discurso reversible por su ambigüedad. No estoy de acuerdo. Me molesta tanto la arrogancia de Mandosio como la que critica de Foucault. En algunas cosas tiene razón pero esto lo único que pone de manifiesto es el carácter ambivalente de su obra, que no debe ser venerada y sobre la que debe hacerse una lectura crítica. Pero se nota demasiado que la voluntad de Mandosio no es la de hacer una lectura critica y matizada sino la de derrumbar un ídolo y esto la convierte en muy parcial y tendenciosa. Mi conclusión final después de ambas lecturas es que lo mejor es leer o releer a Foucualt y olvidarse de sus comentaristas.

Pero la lectura de Foucault y la política me devuelve el interés por la literatura secundaria sobre el filósofo francés.. No sólo por la manera precisa y rigurosa con la que Moreno Pestaña sigue la trayectoria política de Foucault sino también por su método. Moreno Pestaña, junto a Francisco Vázquez o Valentín Galván han trabajado a Foucault desde la sociología del conocimiento. Contra toda escolástica plantea una aproximación crítica a la obra de Foucault, pero ligándola a su práctica y a su experiencia. De esta manera se vincula de una manera muy inteligente su trayectoria biográfica, su producción filosófica y su posición política. Hay una contextualización que nos permite relacionar lo que vive y lo que hace con los que piensa y lo que dice.

Las nociones de izquierda y derecha son heterogénea y no siempre sirven para situar a Foucault. Pero con todos los matices podemos señalar un itinerario político de Foucault : gaullismo ambiguo, militancia puntual en el PC francés, una etapa de indefinición política, ultraizquierdismo después de mayo del 68 y afinidad final con el liberalismo y el socialismo liberal. Aquí encontramos los claroscuros de Foucault : por una parte sigue unos vaivenes bastante afines con los contemporáneos intelectuales sobre los que ironiza. Por otra mantiene una cierta distancia crítica que lo hace más lúcido que la mayoría de su generación.

Pero no todo es política en Foucault, la lectura de su producción filosófica es compleja y muy rica. Moreno hace varias propuestas interesantes. Por ejemplo respecto a su noción de verdad, que no es relativista como a veces se supone, ya que la verdad aunque no sea absoluta en algún sentido existe. Hay todo un análisis muy preciso sobre su cuestionamiento radical de las ciencias humanas, especialmente la psicología y la psiquiatría. Esto último por la resistencia de Foucault a los intentos de normalización social. Aunque su punto de partida epistemológico, como bien dice Moreno Pestaña, es muy cuestionable : en Las palabras y las cosas pretende situarse por encima de su época. También lo intentó Descartes y puso de manifiesto lo imposible y pretenciosos del proyecto : necesitaríamos el Ojo de Dios para hacerlo. Por otra parte son cuestionables estas identidades culturales homogéneas y cerradas que él llama epistemes. Moreno la critica que el discurso de Foucault sea a a veces profético y, por tanto, no contrastable. En esta época Foucualt se mantiene al margen de la política, aunque su vivencia de las revueltas de Túnez, el Mayo del 68 y la presión de los sectores sociales más activos le llevan a una fuerte politización. Aquí hay una especie de guiño al maoísmo que dice poco en función de Foucault y que le lleva a posiciones tan infumables como la que sostiene en su debate con Noam Chomsky sobre la naturaleza humana y la justícia.

Hay otra cuestión que es la presencia de Nietzsche en todo su análisis del poder, su concepción del cuerpo como sujeto ( aunque aquí, como bien dice Moreno Pestaña, hay una influencia no reconocida de Merleau-Ponty). El tema del poder queda algo diluido en el análisis de Moreno Pestaña y me parece fundamental en sí mismo y por sus efectos políticos. Mi análisis es que Focuault cae aquí en muchas contradicciones, aunque su planteamiento es muy sugerente y da muchos materiales para trabajarlos, sobre todo en su concepción del poder como una relación y no como una propiedad, La primera contradicción está en que su crítica radical no le conduce al cuestionamiento del poder como tal. Hay una incoherencia en la lógica interna de su planteamiento, ya que en los momentos en que desarrolla una crítica más fuerte está defendiendo un poder pouular como el que defienden los maoistas que me parece infumable. Pero lo más interesante es como sostiene Foucault su análisis crítico del poder en sus últimas etapas. Lo que acaba haciendo Foucault, y así lo explicita en algunas entrevistas es que acepta las relaciones poder cuando son reversibles y no implican una estructura de dominio. Por lo tanto, sí a las relaciones de poder cuando no son jerárquicas. Hay aquí algo interesante a desarrollar y a concretar que Foucault no acaba de hacer. Tenemos aquí también la cuestión de la biopolítica, que como señala también Moreno pestaña queda en Foucault como una elaboración algo confusa que otros filósofos posteriores trabajarán hasta darle su alcance actual. El tema de las simpatías liberales o socioliberales de la última época de Foucault queda constatado con claridad, por mucho que nos duela a los que consideramos, como Moreno pestaña y yo mismo, que el filósofo francés es una aportación interesante para la izquierda democrática . Me parece que hay aquí una cuestión pendiente que es el análisis de la relación de Foucault con La Declaración Universal de los Derechos humanos. Me parece que desde el rechazo que corresponde a su crítica del humanismo y a la idea de justícia de gente como Chomsky pasa a ser su referente político fundamental. También valdría la pena rastrear a fondo la manera como Foucault entiende la relación entre el liberalismo y la democracia. En todo caso Foucault parece olvidar que aparece en Atenas en un contexto de lucha de clases y que implica la victoria de los pobres sobre los ricos.

Finalmente me parece que la última etapa de Foucault, correspondiente a su defensa del cuidado de sí y a transformar la existencia en un ejercicio ético y estético nos da la clave de su orientación final. Me parece que Foucault va de una etapa inicial poco politizada a una politización que finalmente le conducirá a una ética. Foucault busca un marco político donde se puedan desarrollar las opciones personales, la propia singularidad, contra el poder de normalización d ella sociedad. Pero Foucault sabe que esto no lo puede garantizar el liberalismo, es demasiado lúcido para caer en esta trampa de muchos antiguos compañeros de viaje.

En todo caso no se trata, pienso, de una propuesta hermenéutica en la que interpretamos a Foucault. Más bien se trata de entenderlo, y hacerlo en su contexto personal y social, con sus luces y sus sombras. También en saber utilizarlo como una caja de herramientas, como bien sabiamente él mismo nos proponía. Libros como éste nos ayudan muy dignamente a hacerlo.

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